El «creativo» produce un gran número de obras que se queda en el montón de las obras no premiadas, o de los premiados y no realizados, o incluso en aquellas obras e ideas que no pasaron del cuaderno, o del ordenador. Obras, también, en el salón de un cliente que no se expondrán en ninguna tienda, que no serán vistas por nadie más que el que las usa.
En mi carrera como arquitecto me he dado cuenta de la cantidad de obra no arquitectónica que creo, solo o en colaboración, que se queda en el olvido. Esto es para mi enormemente doloroso y me produce un sentimiento de intrascendencia, de tiempo perdido.
Ese vacío que se produce contrasta con el gran placer que siento al crear esas obras, pues es gracias a ellas que me permito trabajar en completa libertad y donde puedo ser realmente intrépido.
Obra multidisciplinares, desde tipografías, de diseño gráfico, de mobiliario, efímeras, o diseño industrial, hasta meramente ideológicas.
Una multitud e de obra que no tuvo cabida en el formato de un concurso arquitectónico, por falta de espacio, de presupuesto o falta de valentía. Cualquier obra que se sale de lo estándar requiere un alto porcentaje de riesgo, de incertidumbre en el resultado, conflictos con los operarios y artesanos que la mayor parte de veces quieren hacer solo lo que conocen. Sacar adelante estas obras requiere mucha labor de negociación y de convencer.